lunes, 3 de noviembre de 2008

Sana y salva

Sí, sí, esto continúa!!

9.00 am del sábado, abro un ojo acordándome de que llegó el día de ponerme a prueba, cruzo los dedos antes de subir la persiana de mi habitación y... BINGO!! Lorenzo salió a visitarme! Al parecer algun@ se acordó de mí... Jeje, qué ilusa.

Cargué el coche con el traje, la tabla y la mochila y me dirijí a Zarautz para ver qué mar había. Estaba un poco peleona, la previsión de windguru marcaba cerca de los 2 metros de altura de ola y la verdad sea dicha, iba bastante nerviosa. Menos mal que puedo confiar de mi compañero de fatigas, con el cual me junté allí mismo. Dimos un par de largos andando en el malecón. Decidimos esperar a la subida de la marea para entrar a la ansiosa agua, con lo que hicimos tiempo a la mañana, comimos un plato combinado, dimos otro largo para bajar la comida y... AL AGUA PATOS!

Nada más entrar me quise poner a prueba. La primera ola medio decente que se aproximó la cogí, necesitaba cercionarme en qué situación me encontraba, entonces me di cuenta de que no, esto no se olvida tan fácilmente. Remé, remé, remé como me llamo... Sentí cómo ya la ola me llevaba y con un seco impulso puse la pierna derecha detrás y hasta la orilla, más jefa que nadie, jejeje! Qué buena.

Igual que ésta la segunda, la tercera... y no sé si alguna más. La suerte del principiante?? No lo sé, pero para cuando me quise dar cuenta, la corriente me había llevado muy cerquita de las rocas, hasta que perdí al colega de vista. No me preocupé demasiado, porque aunque había mucha resaca tenía fuerzas suficientes como para desplazarme. No obstante me comí una serie entera (si no eran dos) bajo el agua, con unos revolcones de mil pares de narices y algún que otro tirón de tabla.

A lo malo malo... Me di cuenta de que NECESITO UNOS ESCARPINES!! Se me pusieron los dedos de los pies que daba gusto verlos, amarillos como un pollo desplumado, y aunque después de dudar si seguir en el agua o no, conseguí situarme tras tal centrifugado. Me puse a coger olitas hasta que los pies ya no me respondían.

Cuando al final mi colega me encontró, me agarró de los pelos y me sacó del agua. Contentos los dos, yo porque disfruto de mis progresos y él... también (al fin y al cabo ha sido mi profesor y socorrista, mérito ya tiene!), metimos la cabeza en el agua calentita del lavadero de piés (cuando acaba la temporada de playa quitan las duchas, que mal rollo, y al estar el agua del mar más fría que ésta da gustito y todo mojarse con ella) y corriendo al coche, al calorcito.

Próxima cita pillar txoko en el pico y darle al escape.

Hasta entonces, a cuidarse!

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